
El panorama global está en crisis. Por un lado tenemos a un grupo de mandatarios encausados en problemas limítrofes, y por el otro a economías desarrolladas tratando de resguardar y proteger a una nación que los puede llevar a un dificultoso proceso financiero. Y así se reflejó en la Cumbre UE-Latinoamérica y el Caribe celebrada hace algunos días.
Si bien estás reuniones tienen como objetivos cerrar acuerdos que se vienen trabajando desde hace años, se presentan como la ocasión perfecta para generar diplomacia con aquellas naciones que los países invitados consideran importantes.
También son la escena adecuada para plantear los problemas internos y externos que se generan en un país determinado. Tales son los casos de Chile, Perú y Argentina, que a toda marcha llegaron a generar alianzas en los temas que requieren de más apoyo internacional, como lo son los problemas limítrofes. Y así quedo demostrado.
Pero sin lugar a dudas, el futuro de la diplomacia esta en la unión de países de las distintas zonas del planeta, en la unión económica y política. Por que al fin y al cabo, todo lo que une facilita la solución a problemas que generan ruido en un mundo globalizado.
Frente a esto es que la asociación estratégica con la UE puede ser clave para posicionar a Latinoamérica y el Caribe como un importante actor global tanto en lo político, económico y social, mientras se vayan creando lazos y solucionando algunos aspectos que vayan más haya de la cooperación e integración de países en vías de desarrollo, pero con un alto potencial.
Un ejemplo de esto es la reanudación de las negociaciones UE-MERCOSUR .Y es que este nuevo desarrollo permitiría la creación de diferentes programas de cooperación entre los países de Latinoamérica y Europa, además de la creación de instituciones de diferentes ordenes, tanto públicas como académicas.
Pero lo más importante en esta escena global, no es quien tenga más aliados, para resolver los problemas internos, sino que se llegue a buen puerto con políticas públicas externas que no dañen ni generen desavenencia entre los países.
El desafío de las cumbres se debe centrar en el desarrollo, en la creación de acuerdos que den soluciones a las problemáticas planteadas por cada país, y no en la gestación de alianzas que tengan como objetivo llegar a inconvenientes diplomáticos con otras naciones.
Sin embargo, cabe destacar que pese a los intereses creados -vislumbrados en la cumbre- la necesidad de diseñar una nueva forma de gobernar, con un nuevo orden financiero, con un espíritu de integración y cooperación, para enfrentar los nuevos desafíos se presentó como una de las posibles soluciones a los problemas que aquejan a la población mundial. Un hecho importante en la agenda política internacional.